Afrontar situaciones que plantean un reto con una actitud positiva aminora sus efectos negativos.
Díganme que no sería maravilloso que aunque esté en medio de retos, desafíos y presión su cuerpo estuviera en calma, su mente serena, su motivación y sus ganas de vivir y disfrutar intactas. Algo así como poder mantener las sensaciones y energía propias de las vacaciones de forma continua, año corrido. Pero lo que suele ocurrir es que estos retos desencadenan estrés. Y cuando nos sumergimos en él, empezamos a ver cómo se desvanece esta grata sensación de paz y optimismo. Y es lógico. Los desafíos nos exigen un rendimiento superior a lo normal y esto nos estresa, es decir, hace que nuestro organismo se altere para poder dar respuesta a ese esfuerzo extra que le pedimos.
El estrés es lo que nos permite salir de nuestro aparente equilibrio para llegar a un lugar más allá, que se sale de lo normal y que nos lleva a un desarrollo nuevo. Pero para hacerlo tenemos que pasar por el incómodo momento de desequilibrio, de ruptura de nuestra homeostasis (o equilibro biológico interno) y permitir que nuestro organismo haga los cambios necesarios hasta volver a autorregularse y conseguir un nuevo estado de equilibrio, esta vez, más allá del punto de partida.
La flexibilidad que cada uno tengamos para soportar estos tiras y aflojas que exigen los retos es lo que define si aguantamos bien o no el estrés. Pero no se engañen, éste no es malo en sí mismo. El estrés bien llevado es saludable, exige a nuestro organismo trabajar para ser más fuerte y autorregularse y tiene efectos regeneradores en nuestras células. Nuestro organismo se adapta y beneficia del estrés controlado. Al someterlo a pequeñas dosis de estrés positivo, estamos construyendo una base sólida para enfrentar desafíos futuros.
Ser un atleta mental flexible para moverse en los distintos rangos del estrés sin sufrir alteraciones anímicas ni físicas es un arte que se aprende. Por supuesto hay personas que tienen más facilidad que otras. En el mundo de la alta dirección esto se aprecia bastante bien. ¿Cómo es que a menudo las personas que tienen más responsabilidad y rangos más altos son precisamente las que más calmadas parecen? He visto a pocos altos directivos y directivas brillantes que parezcan haber perdido el aliento y transmitan urgencia. Son personas estoicas que aguantan los embates que les llegan y tienen una fabulosa capacidad para buscar soluciones sin alterarse. Son atletas mentales que aguantan bien el ejercicio que les exigen los retos. Se mueven bien en situaciones incómodas sabiendo que de alguna manera son capaces de volver al equilibrio después de una inestabilidad. Si nos referimos a ello de manera biológica diríamos que son personas que se autorregulan y vuelven a situaciones homeostáticas después de haber vivido periodos de desregulación. Si lo vemos desde el punto de vista de la neurociencia diríamos que son personas cuyos cerebros no se secuestran fácilmente por la amígdala y mantienen a raya el circuito cerebral del miedo mediante la buena activación del cortex prefrontal después de una desregulación.
En el mundo profesional desregulación es por ejemplo tener que cambiar procesos por imprevistos que amenazan el correcto funcionamiento de un proyecto. Soportar ese estrés necesario para buscar un nuevo camino sin verse sobrepasado por él es lo que determina si está viviendo un estrés bueno y regenerador o si vive uno malo o dañino para su sistema y para su entorno profesional.
Pero, ¿cómo puede hacer para que su cerebro fabrique estrés positivo? En primer lugar, no le quepa la menor duda que tendrá que echarle una mano. Deberá tranquilizarle mostrándole que el estrés que sufre no es malo, tan solo, incómodo. Para conseguirlo, hay dos estrategias muy efectivas. La primera de ellas es dejarle claro cuál es el premio detrás de ese estrés. Por incómodo y duro que sea lo que está viviendo, si su cerebro sabe que hay un premio al final del camino, un beneficio asociado a ese estrés, estará generando estrés bueno. Su sistema se sentirá exigido, sí, pero lo hará desde una posición más saludable. Sabe que la incomodidad que vive ahora es un trámite necesario para alcanzar una recompensa. Ésta puede ser monetaria, de mejora en el desarrollo personal, de evolución laboral o incluso, sencillamente, de conseguir realizar con más eficacia esa actividad que le gusta. El beneficio puede ser cualquiera, porque lo define usted, es importante que su cerebro sea capaz de percibirlo.
La segunda estrategia para fabricar estrés positivo es limitar el tiempo al que somete a su cerebro a ese estrés. Para que el estrés se mantenga en el lado positivo, necesita estar contenido en un periodo de tiempo. Si el estrés, aunque sea bueno, se alarga demasiado en el tiempo, terminará por convertirse en distrés, ya que llegado un punto el organismo se agota y no es capaz de regenerarse y reducir la carga alostática asociada al desequilibro al que le obliga el estrés.
Recuerde esta frase porque es un descubrimiento reciente que cambiará su percepción: «El estrés solo es malo si usted piensa que lo es». Si su cerebro determina que el estrés al que está sometido es negativo y se siente víctima de él, estará sufriendo estrés malo o distrés. En cambio, si su cerebro analiza la situación que vive y determina que tiene un significado positivo, estará viviendo estrés bueno o eustrés. Al cambiar de opinión, se puede cambiar la respuesta que el cuerpo genera ante él.
Esto se estudió en la Universidad de Harvard, donde se llevó a cabo un estudio innovador para estudiar el estrés y los efectos en el organismo. En lugar de ver los síntomas como signos de debilidad, surgirieron a los participantes del mismo considerarlos como indicios de fortaleza. Tradicionalmente, el aumento del ritmo cardíaco, la respiración acelerada y la transpiración han sido interpretados en un tono negativo. Sin embargo, el estudio tomó a ochocientas personas y las empoderó para apreciar estos síntomas como señales de energía y preparación para enfrentar desafíos. Aquellos que adoptaron esta mentalidad experimentaron niveles reducidos de estrés y ansiedad, y transformaron sus reacciones físicas. Sus vasos sanguíneos permanecieron en un estado relajado, logrando un perfil cardiovascular más saludable. Esto demostró que la opinión que tenían los participantes sobre el estrés influía en lo positivo o negativo de ese estrés sobre su organismo.
Usted también puede hacer que su sistema tanto físico como mental reaccione positiva o negativamente ante el estrés. Le animo a que le de un nuevo significado a la incomodidad que acarrea, no piense que es malo de partida y oblíguese a ver qué beneficio le proporciona, qué gana con ello y una vez hecho esto, límite el tiempo al que está sometido a él.
Se estará convirtiendo en un atleta mental que puede jugar con sus retos sin renunciar a vivir con serenidad y ganas de disfrutar de la vida. Estará venciendo al estrés negativo y fabricando estrés positivo que le hará más fuerte.