Esta pregunta que tantas veces hacemos los padres a nuestros hijos tiene más miga de lo que parece. Si nuestros hijos supieran todo lo que sabemos hoy en día sobre su cerebro y como se desarrolla su respuesta sería básicamente esta:
1º. “No, no puedo. Al menos no durante mucho tiempo”
La razón es algo compleja de explicar pero sencilla de entender.
En el cerebro tenemos distintos centros de control del movimiento. Uno de ellos es la corteza frontal que desarrolla funciones de inhibición y supervisión. Estas dos funciones son esenciales para estar quieto puesto que el sistema supervisor nos permite detectar que, por ejemplo estamos dando golpecitos en la mesa, mientras que el sistema de inhibición permite detener el movimiento. Esto que parece sencillo implica un alto coste de energía cerebral (mucho mayor que estar moviéndose a todas horas) y una corteza frontal bien desarrollada (algo que los niños de 2, 3, 4, 5, 6 años no han logrado todavía).
Otra región esencial para modular los movimientos y mejorar el autocontrol (físico y mental) son los ganglios basales, estructuras estrechamente comunicados con la corteza frontal y que dirigen y modulan los circuitos de supervisión e inhibición del movimiento.
Otras razones más psicológicas (aunque también tienen que ver con la anatomía y funcionamiento de su cerebro).
2º. Por una parte su instinto de aprendizaje les lleva a explorar, toquetear y manipular todo lo que encuentran a su alrededor.
3º. Por otra, los niños ni conocen ni comprenden todos los condicionantes culturales que hacen que en ciertos momentos les pidamos que estén quietos.
Así que, hay razones de peso para que tus hijos se muevan y parezcan no parar quietos.
¿Significa esto que no puedan modular sus movimientos en ningún momento? No. De hecho están relativamente quietos cuando algo llama poderosamente su atención, como por ejemplo cuando comienzan a ver unos dibujos animados.
¿Significa que no debamos pedirles quietud en ciertos momentos? Tampoco. Poco a poco con ayuda de los padres y con el estímulo de ciertos contextos el niño podrá entender en qué situaciones es conveniente que esté quieto y en cuáles puede relajarse y moverse libremente. Por ejemplo, si vamos caminando por una acera estrecha, deberá caminar más pegado a su papá o mamá que si está en un parque. De la misma manera si está sentado en un restaurante con sus padres es positivo para su desarrollo que vaya aprendiendo que debe estar un poco más quieto que si está en su casa. Estas situaciones y la ayuda de sus padres no sólo le ayudarán a controlarse en esos momentos concretos sino que ayudarán a su cerebro a desarrollar una mayor capacidad de autocontrol en distintas situaciones.
Para padres desesperados lo que más suele ayudar es recordar que podemos ayudar a nuestros hijos a estar tranquilos o quietos por periodos cortos de tiempo pero que se van a mover en muchos otros momentos del día. Por ejemplo, para un niño de dos, tres o cuatro años puede ser relativamente sencillo esperar tranquilo a la comida en un restaurante con algo de ayuda por parte de sus padres.
Sin embargo, le resultará complicado conseguirlo al finalizar la comida (aunque le ayudemos) simplemente porque su cerebro lleva mucho tiempo controlándose y puede estar agotado. En estos casos lo mejor es acompañarles a jugar y no pedirles más de lo que su cerebro puede dar.
En realidad, son muchas las estrategias que podemos utilizar para ayudar a los niños a ir ganando capacidad de paciencia y autocontrol aunque ser comprensivos y tener mucha paciencia es imprescindible para ayudarles a esperar a que su cerebro madure sin perder los nervios.
A partir del primer año de edad, cuando los niños comienzan a caminar los padres comenzamos a llamar a los niños para que vengan a nuestros brazos. Al principio las escenas son de los más tiernas, pero pronto nos damos cuenta de que los niños no siempre van a venir cuando les llamamos. En algunos casos la razón detrás de la falta de atención pueden ser problemas médicos como dificultades de audición u otros trastornos del desarrollo como los trastornos del espectro autista. En estos casos el niño no suele responder a su nombre en casi ninguna situación y puede tener dificultades para mantener contacto visual o en el desarrollo del lenguaje.
En otros muchos casos no hay una razón médica que explique por qué los niños no nos hacen ni caso. Suelen ser casos más bien de “sordera selectiva” en los que el niño parece más bien poco interesado en venir cuando le llamamos. A muchos padres les enfada que sus hijos no acudan cuando les llaman. Hasta cierto punto es normal que los padres se frustren y que deseemos que nuestros hijos acudan a nuestra llamada porque es una habilidad que denota confianza y buena comunicación y porque puede ayudar a prevenir peligros y manejar un sin fin de situaciones cotidianas de una forma más sencilla y positiva. Sin embargo pocos padres se paran a pensar cuáles son los motivos por los que sus hijos no respondan a sus llamadas. A continuación vas a poder aprender cuáles son las 5 razones más habituales por las cuales los niños no hacen ni caso a sus padres cuando les llaman.
En cualquier caso, a muchos padres les enfada que sus hijos no sean “obedientes”, “no paren quietos” o “no respondan a su llamada inmediatamente”, pero no se detienen a reflexionar cuáles son los motivos por los que sus hijos no les hacen ni caso.
1. Flujo de pensamiento
Cuando un niño descubre algo que le gusta, que le emociona o simplemente está entretenido descubriendo un nuevo juego o desarrollando una nueva habilidad tiende a entrar en un estado cerebral que se conoce como “flujo mental, “flujo de pensamiento” o “Símplemente Flujo”. Es lo que tú puedes sentir cuando estás desarrollando alguna de tus aficiones, ya sea cocinar, jugar al fútbol, coser o escribir un texto en el ordenador. El “flujo de pensamiento” es un estado mental tremendamente productivo y placentero en el que el niño aumenta su capacidad de concentración y aprendizaje. Es el estado mental para aprender.
Cómo podemos actuar: Es normal y saludable que el niño permanezca enfrascado en su tarea. No está desobedeciendo, simplemente está siguiendo una orden de mayor rango que la tuya; la de su instinto que le dice que es bueno que aprenda cosas nuevas. Simplemente dale tiempo para terminar lo que está haciendo o acércate y explícale con cuidado que es lo que necesitas mirándole a los ojos.
2. Estímulos que compiten.
Los niños pequeños no tienen capacidad para prestar atención a varias cosas a la vez. Es como si sólo tuvieran un canal por el que pueden comunicarse con el mundo exterior y su cerebro tiende a elegir el canal más llamativo para prestarle toda su atención. En este sentido, el televisor, la Tablet o videojuegos que ofrecen de manera incesante dibujos y sonidos nuevos pueden absorber todos los recursos de atención del niño haciendo que, literalmente, no pueda escuchar tus palabras.
Cómo puedes actuar: Es muy poco probable que un niño menor de 6 años pueda prestarte atención si está enfrascado en los estímulos de las pantallas. Si está viendo el televisor baja el volumen antes de hablarle. Si está jugando a un videojuego, paúsalo antes de hablarle o tócale en el hombro para que pueda escucharte.
3. Sobre – utilización
Nuestro nombre suele ser también nuestra palabra favorita. Escuchar nuestro nombre provoca una respuesta automática, como cuando estás en el parque con tus hijos y giras la cabeza, sin pensarlo, cuando escuchas a un desconocido llamar tu nombre. Cuando compruebas que no te llamaba a ti sino a otra persona con tu mismo nombre es posible que dejes de girar la cabeza, aunque todavía llamará tu atención cada vez que lo escuches. Sin embargo, si repite el nombre muchas veces (por ejemplo, porque está llamando a su hija y esta no viene) llegará un momento en el que dejarás de prestar atención. De la misma manera si el niño escucha muchas veces su nombre deja de llamar su atención. Este fenómeno se llama habituación cerebral y es la segunda causa más frecuente de que los niños no atiendan a su nombre dentro de casa.
Cómo puedes actuar: Deja de llamarle a todas horas. Si está entretenido o entretenida dale su espacio. Si no tienes la intención clara de que vaya donde estás tú no le llames en absoluto. Repetir su nombre como un loro puede ser un juego divertido cuando acaba de empezar a caminar, pero si lo haces a todas horas dejará de prestar atención.
4. Extinción
Si cuando llamas a tu hijo para que acuda a tu lado no pasa nada, no haces nada con él o con ella, no juegas ni tienes nada importante que decirle…su cerebro entenderá que tus llamadas no tienen una utilidad y dejará de prestar atención cuando le llames. A este fenómeno se le conoce como extinción de la respuesta.
Cómo puedes actuar: No juegues a llamarle a ver si viene. Llámale sólo cuando vayas a jugar o decirle algo importante porque en caso contrario el niño entenderá que tu llamada no sirve para nada y dejará de prestarle atención.
¡Si de verdad quieres que tu hijo acuda cuando le llamas evita asociar tu llamada al reproche y el regaño!.
5. Evitación
Si cuando llamas a tu hijo le gritas, le regañas o le haces sentir mal, el niño aprenderá rápidamente que acudir a tu llamada no le hace sentir bien y, lógicamente, evitará acudir cuando le llamas. Esta es la principal razón por la que los niños no acuden cuando sus padres les llaman. Según distintos estudios para contrarrestar el efecto de una interacción negativa debemos tener nueve interacciones positivas. Dicho en otras palabras, tendrías que llamar a tu hijo para jugar 9 veces por cada vez que le llames para regañarle. Como esto es poco probable que ocurra puede ser más sano actuar como te indico a continuación.
Cómo puedes actuar: Evita regañarle cuando acuda donde ti porque acabará evitando tu llamada. En lugar de llamarle para regañarle o corregirle sé tú la que se acerque al niño. Si de verdad quieres que tu hijo acuda cuando le llamas o se comporte adecuadamente evita asociar tu llamada al reproche y el regaño. Simplemente acércate y explícaselo con amabilidad. Educar en positivo es la mejor estrategias para que los niños aprendan y sigan las normas.
Te aseguro que las dos cosas que más les gustan a los niños son estar cerca de sus padres y sentirse valorados por ellos. Muchas veces es simplemente nuestra forma de educar, nuestros enfados, los que hacen que se alejen de nosotros. Si te gustaría aprender a hablar con los niños para que escuchen o cuesta educar en positivo, sin tantos enfados, gritos y castigos puedes aprender en la próxima edición de la escuela de familias donde desarrollaré estos y otros temas de interés.