La envidia se define como la tristeza o el malestar por el bien ajeno o por desear algo que no se posee. Es un proceso complejo que implica una variedad de procesos cognitivos y emocionales, incluyendo la comparación social, la percepción de justicia, la motivación y la regulación emocional. En nuestra sociedad es algo que está muy mal visto, pero ojo… hay algo más chungo aún. El schadenfreude es una sensación de alegría y placer por el mal ajeno, por ver el fracaso de aquellas personas a las que envidiamos.
Sentir placer o alegría cuando ves a alguien conocido que lo está pasando mal o que ha fracasado activa los mecanismos de recompensa del cerebro e impulsa fenómenos de motivación. Quizá no conozcas esta palabra y piensas que tú nunca lo has sentido pero… ¿seguro que nunca te has alegrado cuando has visto que le va mal a alguien a quien envidias?
Actualmente nos enfrentamos a una situación de envidia tóxica continua y me atrevería a decir de schadenfreude generalizado. Las redes, la presión social, el sistema por “méritos” (que son titulitos absurdos a veces), la competitividad extrema y los malentendidos llevan a que las relaciones se enturbien. Incluso con aquellas personas por las que pondrías la mano en el fuego.
Neuroanatomía de la envidia:
Aunque ambas emociones puedan parecer similares, a nivel cerebral ocurren cosas casi opuestas. La envidia se asocia con una activación de las áreas cerebrales implicadas en la regulación emocional y la percepción de la justicia social, mientras que el schadenfreude se asocia con una activación de las áreas cerebrales implicadas en la percepción de la satisfacción y la motivación.
Te cuento este experimento que hicieron en 2009 en Japón (Takahasi et al., 2009. Revista Science).
En el experimento #1, los participantes leían información sobre personas con pequeñas/grandes posesiones y baja/alta relevancia social. Si los participantes se comparaban con las personas de pequeñas posesiones y baja relevancia, apenas había respuesta en el cerebro (Imagen A de la figura), medida por resonancia magnética funcional (fMRI). Sin embargo, cuando estas características eran catalogadas como superiores por la persona que estaba siendo analizada, la envidia se disparaba y se activaba de forma potente la corteza cingulada anterior (CCA), como se puede ver en la imagen B de abajo. A continuación, realizaron el experimento #2 y observaron que había una mayor actividad de la zona del estriado ventral cuando a las personas envidiadas les pasaba algo malo, es decir, activación de los sistemas de recompensa (Imagen C de la figura).
Esto mismo ocurre cuando nos comparamos a nivel económico o en términos de pérdidas y ganancias. Otro estudio diferente, del año 2010 de la Universidad de Tel-Aviv (Israel) Dvash et al., 2010. Revista Human Brain Mapping, demostró que, ante un juego de apuestas, nos sentimos mejor sabiendo que alguien ha perdido más dinero que nosotr@s (schadenfreude) pero sentimos envidia de aquella persona que haya ganado más, aunque nuestra ganancia haya sido alta también. Se refieren también a la misma zona del sistema de recompensa, el estriado ventral (Imagen).
Ambos estudios concuerdan en asociar la envidia con una emoción dolorosa mientras que el schadenfreude supone una satisfacción. Esto que vemos en el cerebro, se ve acompañado por el resto del cuerpo, que resuena de igual manera:
La envidia se ha asociado con una respuesta cardiovascular y de cortisol (un marcador de estrés) más elevada, mientras que el schadenfreude se ha asociado con una respuesta de placer e incluso con la reducción de la ansiedad… FUER-TE.
Como ves, estos sentimientos son generados internamente, es decir, la persona envidiada no “te hace” nada. Tu interpretación de su realidad, tus valores y tu autoevaluación es la que dispara estas reacciones. Y creo que es muy informativo el saber si es envidia o schadenfreude, sobre todo para saber dónde y cómo colocamos a esa persona en términos de relación.
A pesar de que todo esto suene más bien feo, hay formas de trabajar o reducir estos sentimientos. La principal es la práctica de la gratitud. Otras formas son fomentar la empatía, aprender a aceptar la diversidad y la unicidad de las personas y enfocarse en los propios logros y metas. Si a esto, le sumamos el pasar menos tiempo en redes sociales, podría ser una buena combinación.