Cómo afecta el cambio de hora al cerebro
El cambio de hora supone una modificación de las horas de luz y oscuridad que produce una serie de alteraciones neurohormonales que, normalmente se superan en unos pocos días.
Cuando se modifican los niveles neurohormonales habituales, como por ejemplo la melatonina, el cerebro debe readaptarse a las nuevas condiciones y esto tarda entre dos o cuatro días. «Es un cambio pequeño, de una hora arriba o abajo y en pocos días el cuerpo se regula de nuevo»,
Más allá del ahorro económico que esto supone, es más importante el hecho de que una reducción en el consumo de energía se traduce en un descenso de la contaminación y esto, a su juicio, es «siempre beneficioso».
En este contexto, la contaminación también afecta al cerebro, que no se oxigena igual con mayores niveles de CO2 y otros gases contaminantes en la atmósfera.
Niveles altos de contaminación y de CO2 pueden afectar, sobre todo a las vías respiratorias y esto, a su vez, puede perjudicar al funcionamiento del sistema nervioso. «El cambio de hora es bueno para la contaminación y para la salud humana».
Niños, ancianos y enfermos
Quienes sí pueden verse más afectados por este cambio horario son aquellas «personas que padecen ansiedad, mientras que el cambio horario otoñal afecta más a aquellos pacientes que sufren depresión».
Cuando estos síntomas tienden a perdurar en tales casos no sería debido al cambio de hora, que sería simplemente el «detonante» de un trastorno de ansiedad o del sueño ya existente previamente en el paciente.
En estos casos, aquellas personas que padecen insomnio o dificultades para conciliar el sueño verán agravados sus problemas para dormir, mientras que las que tienen un trastorno de ansiedad pueden sufrir esos días un cierto grado más de angustia.
«Nuestro cerebro se adapta, poco a poco, a estos cambios de luz a lo largo del año a través de ritmos circadianos divididos en periodos de 24 horas, adaptándose a la ausencia y presencia de luz a través de dos sustancias: melatonina y cortisol».
Ese cambio de luz, puede dar lugar a alteraciones de sueño, mayor cansancio físico o irritabilidad, que pueden ser más «notables» en niños o personas mayores ya que sus cerebros son «más sensibles» a esta modificación.
Para combatirlo, una manera de minimizar los efectos provocados por el cambio horario son mantener los mismos hábitos, acostarse a la misma hora sin dejarse llevar por el «todavía hay luz».
Dr. José Pedro Alfonso Pérez. PSICÓLOGO MUNICIPAL / NEUROPSICÓLOGO.
Unidad de Prevención Comunitaria en Conductas Adictivas (U.P.C.C.A.-Albatera)
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